Una amiga me dijo una vez que le gustaba tanto París que, cuando no estaba allí, sentía que la ciudad cerraba por obras. Como si París tuviese que corresponder a su amor bloqueándose por completo hasta su regreso. Es curioso cómo, inconscientemente, asimilamos el amor a un sentimiento de pertenencia y disponibilidad. Precisamente, hace poco pude pasar unos días en París aprovechando las vacaciones de Navidad. Una tarde me encontraba en un café de Saint Michel, un lugar pequeño pero acogedor, con las paredes decoradas con fotos antiguas de la ciudad, de escritores de la generación perdida, y con el aroma a café recién hecho llenando el aire. En mi caso, estaba leyendo París era una fiesta, de Hemingway, en una nueva edición que acababa de comprar esa mañana. Hemingway y otros escritores de su época frecuentaban esa clase de lugares (leer libros donde se han escrito es como comer pasta en Italia, no tiene por qué ser necesariamente mejor, pero te sientes más auténtico). Ahora ...
Como el mítico sabio que traía maravillas y relatos a Macondo, este rincón está dedicado a la magia de contar historias. Aquí, cada cierto tiempo, encontrarás cuentos y relatos creados para acompañarte, sorprenderte y, sobre todo, entretenerte. Porque al igual que Melquíades, creemos que una buena historia tiene el poder de transformar cualquier día. IG @melquiadeshistorias